“Uno recuerda con aprecio a sus maestros brillantes, pero con gratitud a aquellos que tocaron nuestros sentimientos”.
Carl Gustav Jung. Psicólogo y Psiquiatra suizo.
No recuerdo cuándo decidí que quería dar clases. Una de las imágenes que viene a mi memoria, y lo ha hecho con mayor frecuencia desde que empecé a trabajar en este blog, es el de mi hermano de entonces 5 años sentado en un pupitre improvisado mientras que yo, 2 años mayor, le enseñaba las letras en un pizarrón verde escribiendo con gises de colores, a los que consideraba el mejor regalo que me habían dado mis padres. Me sentía una auténtica maestra. El tiempo pasó, y decidí estudiar Arquitectura. Tuve compañeros brillantes, a los que imaginaba construyendo los edificios del futuro (enormes rascacielos, casas inteligentes, hoteles a prueba de cualquier desastre natural); y yo, quería dedicarme a la Teoría de la Arquitectura e investigación.
“Mejor que mil días de estudio diligente es un día con un gran maestro”. Proverbio japonés.
No describiré aquí el relato de mi crossover de la Arquitectura a la Música. Lo que quiero destacar es que en ambas disciplinas tuve maestros que se convirtieron en verdaderos mentores y que fueron quienes ayudaron a moldear a la docente en la que en el futuro me convertiría. A veces una sola frase acertada de un maestro es suficiente para reafirmar meses de teoría.
“El objeto más noble que puede ocupar el hombre es ilustrar a sus semejantes”.
Simón Bolívar, llamado El Libertador.
Dar clases para mí no fue un plan B en caso de que mi proyecto como músico fracasara, sino el mejor modo en que el conocimiento puede ser reafirmado. Admito que hasta hace pocos días leí la Taxonomía de Bloom en que describe a las Habilidades del pensamiento (recordar, comprender, aplicar, analizar, evaluar, crear); sin embargo, los conceptos ahí plasmados son un reflejo del proceso que he vivido como alumna y docente.
“El arte supremo del maestro consiste en despertar el goce de la expresión creativa y del conocimiento”.
Albert Einstein. Científico alemán.
La última semana de clases del ciclo anterior, uno de mis alumnos de quinto año me dijo: "Maestra, al principio usted no me caía bien; pero ahora que la conozco mejor, ya se me hace simpática. Los proyectos que hicimos son muy interesantes". Es uno de los mejores premios que he recibido.
Y es que no hay mejor honor y obsequio para un maestro que el ver las caras de satisfacción de los alumnos por un trabajo bien realizado, o por una lección aprendida, independientemente de las calificaciones. Estas últimas son números muy necesarios para las estadísticas, pero no hay modo de medir el impacto de un maestro en las vidas de sus alumnos.
“Quienes educan bien a los niños merecen recibir más honores que sus propios padres, porque éstos sólo les dieron vida, aquéllos el arte de vivir bien”. Aristóteles.
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